Sol va a sacar un libro nuevo, y me lo tengo que comprar yo. Yo, y no vos, me voy a regalar ese libro. Los anteriores me los regalaste vos, pero este tengo que comprármelo yo.
Y así, uno por uno, van cayendo como dominós todos los planes que teníamos, junto a las costumbres que ya no vamos a tener. Los conejos que ya no vamos a adoptar, el restaurante al que nunca fuimos a ver qué onda la comida vegana, esa pizza que ya no vamos a probar juntos. Los parlantes holofonicos, las vacaciones, el concierto de Taylor Swift al que nunca fuimos ni iremos. La camiseta de River que jamás llegué a comprarte, la campera que nunca me regalaste. La muestra de Van Gogh a la que no fuimos, los museos que nunca visitamos. Los últimos capítulos de Lost que no terminamos de ver. Los videos graciosos de perritos y gatitos que ya no me vas a compartir. Los poemas que me quedé con ganas de dedicarte. El bowling al que ya no me vas a llevar a jugar con los bumpers puestos, el bar al que no vamos a volver juntos a tomar un gin y una caipi de frutos rojos, el arroz que ya nunca más me vas a cocinar. Los stickers de conejitos y gatitos que ya no nos vamos a mandar antes de irnos a dormir. Las madrugadas que ya no vamos a pasar juntos mirando Los Simuladores. Los chistes internos que vamos a ir perdiendo. Las fotos de mi gato que ya no te voy a mandar, la suerte que ya no me vas a desear antes de rendir un parcial. Los besos que ya nunca más nos vamos a dar. El “cómo te fue?” que ya no te voy a volver a preguntar después de que juegues un partido. Las horas que ya nunca más vamos a pasar juntos. Los abrazos que no vamos a volver a darnos. Las películas románticas que ya no te voy a obligar a que miremos. Las papas fritas con barbacoa que ya no vamos a compartir en ese bar de mala muerte. Los vinos y torpedos de limón que ya no vamos a compartir en tu cama. Los pepinillos que ya no vas a robar de mi heladera. Los apodos que ya no nos vamos a decir. El viaje a Uruguay que nunca vamos a concretar. La última papa frita que ya no vas a cortar a la mitad para dármela a mi también. Las regrabaciones de los álbumes de Taylor que ya no te voy a obligar a escuchar conmigo toda la noche. Las películas que ya no vamos a ir a ver al cine juntos. El restaurante árabe al que ya no vamos a ir a comer falafel y papas con hummus. El golden retriever que ya no vamos a adoptar juntos.
¿A dónde irán a parar estos planes? ¿Los llevaras a cabo con otra persona? ¿Los llevaré a cabo yo con otra persona? ¿Se los llevará el viento? ¿A dónde van a parar todos los “te amo” que ya nunca me vas a volver a decir? ¿Dónde están yendo todos los “te extraño muchísimo” que ya nunca te digo? ¿Dónde se supone que tengo que depositar todo el amor que aún siento que te tengo? ¿Se lo llevará el viento algún día? ¿Me dolerá o se sentirá mas bien como un largo suspiro de relajación?
Uno tras otro veo caer los dominós de nuestra historia. Y quise impedirlo, pero ya era tarde: vos ya habías decidido hacia rato que no querías jugar más. O que querías cambiar de juego. O de compañera. Y entonces me convertí en tu contrincante, y me vi a mi misma intentando con todas mis fuerzas detener la caída de los dominós. Pero mientras yo intentaba que uno no se caiga, vos tirabas tres más.
Y yo sé que yo fui la primera en hacer tambalear el tablero...
pero vos lo pateaste.
Posdata: me compré el nuevo libro de Sol. Y me hubiera gustado que este también me lo regales vos.
Posdata 2: ya sé que el domino no se juega en un tablero.
Posdata 3: te extraño, aunque me hayas lastimado, y aunque quisiera ya no hacerlo. Posdata 4: todavía te quiero, aunque me hayas lastimado, y aunque quisiera dejar de hacerlo.